Social Icons

Featured Posts

06 junio 2013

tres con cincuenta

Caminé cinco cuadras en tu dirección y tres en contra. Sabía que me estabas esperando, sabía que llegarías temprano. Siempre fuiste de lo más impuntual, nunca llegaste a la hora a nada, pero que por nosotros lo harías. En la mañana me escribiste: “No sé si lo logre.” Yo no respondí, pero algo muy dentro mio  me dice que estás ahí.

Pero no sé si  yo logre llegar.

Ha sido un largo camino, he pensado muchas cosas. He recordado mis días contigo y mis días sin ti, valorándolos a todo casi igual, de distinta forma pero casi igual. He llorado por tenerte y por tu ausencia, por tener que verte todos los días y no verte hace casi seis meses.

Aún llevo la pulserita roja en mi muñeca. ¿Recuerdas la leyenda? Me la contaste ese día que, hartos de la rutina, subimos a mi auto y conduje sin saber dónde iríamos, porque así era todo contigo. Llegamos a una playa, pequeñita y discreta. Bajamos y nos tumbamos en la arena. Ver el cielo era lo que mejor sabíamos hacer. Reímos, soñamos. Te canté aquella canción que sé que ahora mismo debes estar cantando en tu mente. Una y otra vez hasta verte dormir. Despertamos ya de noche, sin querer irnos de ahí. Nos desvestimos de a poco, sabiendo que el tiempo era eterno, que éramos infinitos. Nos recorrimos como si fuese la primera vez, tocando cada lunar, cada cicatriz que la vida nos había dejado. Hicimos el amor, como nunca, sincronizando tus curvas con mis espacios, suspirando al unísono, dejándonos ir en conjunto con las olas.  Ahí, con el viento de único testigo, acurrucados, con la luna brillante en tus pupilas me narraste esa historia: “dicen que cada noche la luna sale a recorrer el firmamento. Pasa hasta el amanecer buscando a aquellas almas que están destinadas a ser en el mundo para juntarlas. Pero la luna es muy sabia y sabe que no tiene el control de todo, que probablemente muchas almas queden dispersas por allí, separada por los muros, por los lagos, las creencias y las montañas,  por lo que las unes desde sus meñiques con un hilo rojo”

“¿Por qué por el dedo meñique?” recuerdo que te pregunté.

Tenías la mirada más dulce en ese momento, los ojitos te brillaban tanto.

“Porque es el único dedo de la mano que se comunica por una arteria directamente hacia el corazón. Así cuando llegamos a este mundo podemos estar rodeados de gente, podemos estar solo. Podemos pasar por muchas historias, por muchas alegrías, dolores, camas y personas. Pero eventualmente nos encontraremos, no sabemos cuándo, no sabemos dónde pero pasará pues llevamos ese hilo rojo que nos conecta al destino, que nos permitirá encontrarnos sin importar el tiempo, el lugar o circunstancia. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca se va a romper".

“Es hermoso, eres hermosa.” Te dije.

“¿Crees en esto?”

“No creo mucho en el destino, pero hoy creo en ti, creo que te encontré”.

Al día siguiente pasé por tu casa,  te llevé flores, tulipanes obvio, tus favoritos, de todos colores, como a ti te gustaba. Venían atados con una cinta roja de regalo, que cortamos en dos y atamos cada uno a nuestras muñecas.

“Me siento infinito.” dijiste

“Somos infinitos.” te bese.

Y una tormenta llegó si aviso. Llevándose nuestro techo, apagando nuestro fuego. Vivíamos cerca, te veía muy seguido pero sin saber nada de ti. Lo último que recibí fue para mi cumpleaños. Dejaste tu copia de “La tregua” de Benedetti en mi portal. En mis dedos sentí tu esencia, entre las páginas aún percibía tu perfume. Junto a la entrada del 3 de febrero había un post it. “Quizás sea tiempo, quizás el hilo rojo si se pueda cortar”.

Yo por lo menos no fui capaz.

Y hoy, 28 de junio, a pocas cuadras de ti miro fijamente la cinta en mi muñeca. Camino, inconsciente, topando con gente. Olvidando nombres, recordando nuestra muerte.

Ahí estas. Con tu blusa rosa, tus anteojos oscuros. Indescifrable, tan cerca, tan lejos.

Mi alarma suena, a la hora que acordamos.

Y entre toda la gente, a pesar de la distancia, distingo entre todo la cinta roja aún atada a tu muñeca.

La alarma vuelve a sonar.

Son las 7.10

La hora de despertar.

Y en mi teléfono recibo tu mensaje:

“Nos vemos a las 15.50, pero no sé si logre llegar”. 

19 septiembre 2012

Casualidad de sentir

De "Abzurdah" - Cielo Latini. Capitulo: Donde lo oscuro y el placer se mezclan

"Tanto rogué, tanto lloré, tanto, que finalmente accedió. Nos encontramos en mi ciudad. Volver a verlo después de dos meses me provoco un colapso en el sistema nervioso. Me senté, solemne, en su auto y me preguntó qué quería hacer. Le dije que teníamos que hablar, entonces manejó hasta una confitería. Una vez sentados en la cafetería encendi un cigarrillo. Estaba nerviosa, Alejandro no me tocaba, no existía el contacto físico. Los dos estábamos conmovidos por el encuentro. Entonces le pregunté  si quería un poco de mi cigarrillo; sorpresivamente me dijo que si (¡Alejandro no fuma!) pero un segundo más tarde entendí todo. La forma como tomó el cigarrillo, rozando suavemente mis dedos, era casi tan erótica como la manera en que me estaba mirando mientras lo hacía.

Aunque habíamos prometido no hacerlo, terminamos yendo a un cuarto de hotel. No era algo que pudiésemos decidir, vernos y no tener sexo estaba lejos de nuestra imaginación más remota. A partir de aquel día de abril, éramos adictos uno al sexo del otro, era exageradamente placentero tocarnos y poseernos, por eso no era una opción dejar pasar la oportunidad. No era la opción.

Entré primero, me quedé parada mirando alrededor. Una cama con sábanas de seda azules, una caja plástica que con seguridad era el control de las luces y los volumenes de radios, televisores y demás; mesas de luz atiborradas de preservativos baratos, una alfombra maloliente y la sensación de que esa habitación acumulaba más polvo del que podía apreciar a simple vista. No me gustaban los hoteles, me gustaba él y estaba dispuesta a cualquier cosa, a cualquier lugar, a cualquiera.

Él entró luego (se quedó estacionando el auto y cerrando la cortina en caso de que le diera verguenza que alguien identifique la patente de su auto, quien sabe) y me miro casi sin detenerse. Dio una vuelta a la habitación con la mirada y se sentó en la cama con los brazos hacia atrás formando un triángulo con su espalda y la cama. Me miró. Empecé a desvestirme sola. Nunca me había desvestido sola, siempre esperaba a que él lo hiciera. Ahora me desvestía sola mientras hablaba de una amiga y los exámenes del colegio. Como si en vez de estar desvistiéndome para tener sexo con un hombre lo estuviera haciendo en un probador de una casa de ropa con una amiga de toda la vida (en el caso de que tuviera amigas de toda la vida).

Él seguía mirándome. Mientras, yo me despojaba de las botas negras y las medias de lycra. Me senté en la cama, pocos centrimentros lejos de él y seguí hablando: "no sé porque nos fue mal en ese examen - mientras me sacaba el corpiño- habíamos estudiado. Lo cierto es que esa profesora nos odia". Alejandro entendió que mi charla acerca del colegio era producto de una negación sobrehumana que mi inconsciente estaba conjurando sobre mí. Me miró sonriendo y se tiró encima de mí casi sin que me diese cuenta. No me interesaba darme cuenta, necesitaba que estuviera adentro mío lo más rápido posible, quería olvidarme del colegio y de todo lo que había pasado con él; quería olvidarme de que estaba en un hotel y que en una hora nos tendríamos que ir y que no iba a verlo en muchísimo tiempo. No quería pensar que lo único que nos unía era el sexo, pero...necesitaba ese sexo, aunque no fuese lo único que necesitaba.

Estábamos ya los dos desnudos y Alejandro estaba encima de mi cuando simultáneamente sentí placer y una opresión en el pecho, una angustia mortal, esclavizante que aunque traté de disuadir me violó hasta lo más profundo. Se dio cuenta. Paró, me miró. Me preguntó porque lloraba. Yo tenía los ojos rojos (lo sé porque me arden mucho cuando los tengo así) y las lágrimas parecían salir de la fuente de Salmacis, nunca paraban, no iban a parar, no pretendia hacerlo.

Me sentía horrible: quería sentir su piel, su cuerpo, pero no quería tener sexo. Necesitaba estar al lado suyo, abrazarlo, quizás hasta verlo dormir, pero tener sexo no era compatible con la angustia existencial que vivía dentro de mí en ese momento. Sí, claro que no iba a poder tenerlo desnudo al lado mio si no hacía lo que fuera por seducirlo y hacer que me lleve a un hotel, pero no era lo que yo quería. Simplemente necesitaba verlo tranquilo, con su tergivesada mente dormida.

Le dije que lloraba porque tenía miendo de perderlo, de que esa fuera la última vez que hiciéramos el amor, que lo vería indefenso y entregado. "Gorda, nunca me vas a perder. Nunca."

Y ese año, no lo volví a ver.


 

Sample text

A veces la vida nos tira al suelo, nos hace pedazos, nos hace pensar que no somos nada de nadie, de ninguno. Entonces abre tu Cajón de Cuentos y lee una historia, cree ser parte de ella y date cuenta que todo es posible, que la vida no es sueño que sólo falta un intento..y si caes debes levantarte, que siempre habrá una palabra ahí para ayudarte.

Sample Text

C'est comme une aventure qui nous laisse sur nos fins